miércoles, 6 de noviembre de 2013

AACA. REVISTA DIGITAL DE LA ASOCIACIÓN ARAGONESA DE CRÍTICOS DE ARTE. EXPOSICIÓN EN EL ECAD

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Mezclas. Álvaro Peña en el Espacio Cultural Adolfo Domínguez
Con-figuraciones de Álvaro Peña. Espacio Cultural Adolfo Dominguez. Puerta Cinegia. Zaragoza

Fusión de referentes. Así son las obras mostradas por Álvaro Peña, en el Espacio Cultural Adolfo Domínguez.
Algunas de las tiendas de Puerto Cinegia, cobijan restos de la muralla romana que rodeaba la Zaragoza romana. En el caso de Adolfo Domínguez, una parte del piso inferior del comercio se acota con cristaleras. Sillares con cientos de años de antigüedad, descontextualizados y con una escueta nota aclaratoria, sirven como marco a exposiciones de arte. Que sea una buena política de patrimonio o no, es algo que dejamos a discreción del lector. En todo caso, el espacio gestionado por Eugenio Mateo (colaborador de El Pollo Urbano y comisario free lance), acoge en este momento a toda una serie de propuestas, realizadas en su mayoría en acrílico sobre lienzo (algunas utilizan como soporte la madera). Entre ellas, destaca una obra de gran tamaño, con formato de mural, en la que flota una revisitación del Picasso más picassiano (valga la redundancia). El malagueño de Las Señoritas o el Guernica. El del minotauro de la Suite Vollard, que rechaza y atrae a la muerte a aquel que mira. Que se cobija en el onírico mundo que reflejan las páginas de un libro.
Tiende la mano al visitante. Le invita a adentrarse, entre vanos, cortes de realidad, aperturas a otros mundos. Literatura de evasión pintada. Forma de tondos en dos de las obras. Como los ojos de buey de un barco, ofrecen un espacio para la mirada. Pero, a diferencia de estos, permiten atravesarlos en pos de otras experiencias. Fondos azules o granates. Graciosa (cuando no eléctrica) combinación de colores, a veces rozando el kitsch. El espíritu de Klimt o de la Secesión Vienesa parece flotar entre estas figuras extrañas, retorcidas y, a veces, enflaquecidas. Recuerdan a Egon Schiele, o a gran parte del expresionismo centroeuropeo de entreguerras. Destilan un cariño y un amor un tanto desgarrado. Son personajes a medio camino entre los enanos de Velázquez y los equilibristas del Circo del Sol. Entre ellos, parece darse cita el chocolatero ideado por Roald Dahl. Timburtiano hasta la médula, retorcido, elegante y de modales exquisitos. Sus ademanes lo hacen terrorífico, draculesco y tétrico. Y su fábrica de chocolate resulta excéntrica y pavorosa. Pero siempre atractiva. Más que una Alicia, el espectador se puede sentir como el viajero en el tiempo de H. G. Wells. El juego de identificar influjos diversos está detrás de cada obra. Van desde lo antiguo hasta lo contemporáneo. Forman esa reunión extraña que, a veces, se califica como lenguaje postmoderno.
Cine y series de animación (algunas tremendamente populares), universos extraídos del cómic o la ilustración. E influencias “clásicas” (resaltando el entrecomillado de la palabra). Lo verdaderamente interesante del universo creado por Peña es su hibridación sin tapujos. Académico Correspondiente de la Real Academia de Alfonso X el Sabio, el artista cuenta con varias decenas de exposiciones individuales y de otras tantas colectivas. Pero todavía queda por descubrir al gran público. Su obra resulta netamente contemporánea. Divertida y vibrante. Atractiva. Bella a veces. Chocante en las que más. La mezcla de influencias divergentes no se reúne sino para aportar algo nuevo y distinto. Viaje cinematográfico sobre papel. Cómic proyectado. Ilustración por su intenso contenido narrativo. Historias reunidas bajo un denominador común. O bajo varios.
Un mundo en el que perderse. Amplio viaje por los sentidos. Breve pero intensa exposición. Para deleitarse. Bon appétit.
Julio Andrés GRACIA LANA 
Alumno del Máster en estudios avanzados en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual de la UAM y la UCM.

Fecha de Entrega: 24/09/2013
Fecha de Admisión: 29/09/2013


Enlace a la publicación


http://www.aacadigital.com/contenido.php?idarticulo=859

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