lunes, 11 de marzo de 2013

REENCUENTRO CON ABD VICTOR EN EL ECAD


(Hassake, Siria, 1-VI-1959 - Zaragoza, 27-IX-1995). Pintor conocido artísticamente como ABD Victor. Su primera exposición es en 1973, con 14 años, en el Centro Cultural de Hassake. En 1980 se traslada a España fijando su residencia en Zaragoza, donde se casa con Clara Otín en 1983 y con la que tiene un hijo, Víctor. Su esposa fallece en diciembre de 1999. En 1984 se le concede la nacionalidad española. Artista muy precoz con un primer período que arranca en 1977 mediante un expresionismo figurativo con figuras aladas de gran tamaño que habitan interiores de matiz opresivo. El año siguiente se interesa por rostros con símbolos alusivos a tareas de campesinos, que con frecuencia poseen una gran espiritualidad o permanecen impregnados de una fuerte condición enigmática. La experiencia como decorador de tres obras de teatro le sirve para concluir su primer gran mural. Ya en 1979 nacen unos fascinantes sienas, verdes y azules que dan un notable factor mágico, dentro de una estructura postcubista para mostrar temas costumbristas. Las figuras emergen de la tierra para integrarse al medio circundante. Postcubismo que evoluciona al año siguiente hacia una estructuración de los fondos de índole expresiva. Este rasgo le sirve para mostrar unas figuras, a veces infantiles, de aire triste y, también, otras muy alargadas aludiendo, quizá, a una sociedad opresora. La obra evoluciona en 1982 hacia una temática donde el desnudo, sobre todo femenino, adquiere un complejo protagonismo. Son personajes de gruesa anatomía vistos con naturalismo e inmersos en paisajes de pacífico transcurrir. Año 1982 de indiscutible trascendencia porque incorpora un extraño y agresivo animal, que da pie al nacimiento de su primer gran período que dura hasta finales de 1989.
Suelda, pues, lo oriental y lo occidental. El protagonismo de este animal humanoide es absoluto y le sirve para narrar muy diferentes circunstancias del ser humano. Variedad y riqueza de colores. A finales de 1989 comienza un surrealismo arquitectónico repleto de fantasía que interpreta con dosis expresionistas. Arquitectura en medio de la naturaleza que alcanza dosis de genialidad.
A lo largo de 1995, con el cáncer destruyendo su vida, tiene el valor de trabajar y, lo más increíble, de dar a luz una serie de cuadros que definen a un artista más que excepcional. Los fondos monocromos negros se animan por delicadas texturas. Sobre dicho soporte incorpora su temática, que consiste en fragmentos de lo anterior, incluso algún dragón humanoide, de manera que un complejo mundo formal repleto de magia puebla el soporte.

Desde el 8 de marzo hasta el 7 de abril el público tiene la ocasión de reencontrarse con la obra genial del artista. Un espectacular óleo de su periodo de paisajes laberínticos de 1991 comparte espacio con obras de su bestiario cargado de simbolismo y las últimas que pintó, collages sobre fondo de oscuridad, como espasmo de tortura que se instaló en su pintura de los meses previos a la muerte, parafraseando a su buen amigo Juan Dominguez Lasierra que le dedica una emotiva columna en Heraldo de Aragón de hoy 11 de marzo.

Victor, el joven Victor, el primer admirador de la obra de su padre, ha destapado de nuevo el tarro de las esencias. Nosotros estamos orgullosos de haber puesto el Espacio Adolfo Dominguez a disposición de este Reencuentro. Les animamos a que Arte y Espectador se fundan en un saludo que trasciende las estrellas, justo homenaje a la figura de un hombre bueno y artista irrepetible.


           

                                                                   










                                                                            







                                                                      




fotos Eugenio Mateo

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