jueves, 13 de mayo de 2010

NAVATAS EN EL GALLEGO

el rio Gállego a su paso por el puente de Murillo



la navata queda varada en los sillares del puente


máximos esfuerzos para liberarla a la corriente

en marcha de nuevo, camino de Santa Eulalia




La navata es una plataforma formada por varios tramos de maderos atados entre si mediante ramas flexibles de arbustos. Los troncos se atan para facilitar su traslado empleando los ríos como vías de transporte por flotación. El término aragonés navata es equivalente al castellano almadia y al catalán rai. Desde el comienzo de la historia hay noticias acerca del aprovechamiento del caudal de los ríos para transportar madera. Las técnicas y los materiales empleados para construir las navatas indican un origen muy primitivo. La imagen de la navata hace evocar los trabajos de aquellos hombres antiguos que para subsistir solo disponían de lo que les brindaba el entorno: en las grandes plataformas de troncos-con una superficie superior a los cien metros cuadrados y un peso de varias docenas de toneladas-no se ve un clavo ni un alambre. no aparecen las cuerdas ni los tornillos, no hay ensambles, solo brotes tiernos de sarga o de avellano retorcidos y entrelazados hábilmente para atar un madero a otro madero. Los remos, larguisimos abetos afilados en sus extremos como gigantescas espadas, no son de promoción sino timoneros, como los que servían para dirigir las viejas naves mediterráneas que aparecen dibujadas en las vasijas griegas. Si la navata es grande cuenta con dos remos delanteros y uno trasero. Si es pequeña solo lleva uno en cada extremo.

El Ebro ha sido el gran camino de la madera. En sus aguas han flotado las vigas de las casas v de los palacios de Tudela, de Zaragoza, de Tortosa de todos los pueblos y ciudades ribereños y de otros lugares no tan próximos al río, que acudían a el en busca de la madera que los navateros traían de los bosques pirenaicos. También servían a los astilleros. Antes de surcar las aguas salobres del mar, la madera de los viejos barcos que se construían en el Mediterráneo había navegado por los ríos nacidos en las cumbres de los Pirineos y por el Ebro, que es el padre o el hijo, según se mire-de todo ellos. Cuando, en los días postreros de la primavera, los almadieros roncaleses, los navateros del Cinca o los raiers del Segre, llegaban a Tortosa guiando sobre las aguas sus grandes plataformas de ligeros abetos o de robustos pinos labrados con el hacha hasta dotarlos de cuatro perfectas caras planas, habían culminado una tarea larga y laboriosa. El trabajo lo comenzaron, en invierno, talando los árboles en el corazón frío y oscuro de los bosques. Tras ser abatidos, los pinos y los abetos fueron despojados de su corteza y luego-casi siempre- labrados. Después permanecieron algunos meses en el bosque secándose. Más tarde, ya en primavera, los sacaron del bosque con mulos o con bueyes y los arrojaron a un río pequeño por el que navegaron-sueltos-hasta un río caudaloso. Allí los sacaron del agua para depositarlos en la playa fluvial donde los ataron formando navatas. Eran agotadoras las jornadas en la playa. Había que preparar los extremos de los maderos para que la ligadura fuera firme, hacer muescas y agujeros, colocar un tronco junto a otros retorcer los verdugos, atar, labrar los remos, acabar un tramo y luego otro, echarlos al agua, acoplarlos clavar las remeras, asegurar los remos... Mil tareas, en fin. Todas resultaban pesadas en los días calurosos de mayo, cuando los ríos venían crecidos por la fusión de las nieves. Y tras los trabajos de la playa el viaje por el río diez o quince dias navegando, primero por las aguas rápidas y peligrosas que corren entre los montes, luego por la tranquilidad del Ebro, más desesperante en su lentitud cuanto más se acercaba al mar. El oficio de navatero no conoció la evolución en los materiales o en las técnicas. Poco antes de desaparecer-a finales de los años cuarenta-los troncos se ataban y se guiaban como siempre se había hecho. Hace treinta o cuarenta años los ríos pirenaicos vieron su curso cortado por grandes presas. Al mismo Ebro le colocaron corsés de hormigón para almacenar sus aguas y domar su fuerza. Se cerró el camino del agua. Pero aunque no se hubiera cerrado las navatas ya no lo transitarían. El camión es más rápido.
fotos E.Mateo

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